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4 Nov

Mi Primera (y Última) Experiencia con el Bótox

Mi Experiencia con el Botox

Hoy os voy a contar mi breve y definitiva experiencia con el botox (definitiva porque no va a repetirse)

Como os conté en otro post, hace poco fui a inyectarme ácido hialuronico para dar algo de volumen a mis labios, esta vez, con otro médico distinto y en otra ciudad. Además del aumento, quería corregir una cierta asimetría que tengo en el labio superior que, aunque nadie aprecia a simple vista, rechinaba un poquito con la obsesión con el perfeccionismo que siento ahora. ¡Estoy muy implicada con mi operación pibón!

Esa asimetría consiste en que, al sonreír, el lado derecho del labio superior se levanta un poco más que el otro. Al comentárselo al doctor, me dijo que una solución podría ser ponerme bótox justo debajo de la fosa nasal derecha: es por allí dónde pasa el nervio que nos hace levantar el labio hacia arriba. Al escuchar la palabra bótox me eché a temblar y me negué rotundamente (hacedme caso, la intuición nunca falla y esa fue la primera señal que me indicaba lo que al final iba a terminar pasando). Pero una vez tumbada en la camilla con la anestesia haciendo su efecto, el doctor me dijo que, por probar, me pincharía solo una cantidad minúscula. Así descubríamos si con ello conseguíamos el efecto deseado.

Al final, no sé cómo, me vi con la aguja debajo de la nariz y pensé: bueno, vamos a intentarlo, si sale mal tampoco será tan dramático.

El Resultado Final de mi Inyección de Bótox

Tal y como me decía mi intuición, el resultado no fue nada satisfactorio: sí, ahora mis labios estaban perfectamente simétricos en reposo, pero mi sonrisa ya no era la misma. La inyección de bótox había modificado el movimiento de mi boca al sonreír. Mi sonrisa, chicas, la que a todo el mundo le encanta y que me hace especial y diferente.

Incluso me vi con un toque algo “artificial” que me recordaba a lo que les pasa a las famosas cuando empiezan a operarse sin parar. Según mi mejor amiga, a la que no se le escapa nada, eso se debía a que el bótox había alargado un poco la distancia entre la punta de mi nariz y mi boca.

En realidad, a mi amiga no le hizo mucha gracia cuando le conté que iba a visitarme con un médico nuevo, y es otro consejo que os doy. Si encontráis a un buen profesional, intentad no hacer cambios.

Lo bueno es que por la cantidad que ese doctor me puso y la zona que es, el resultado duró poco y ya vuelvo a tener mi sonrisa, la que antes yo creía imperfecta y que me acomplejaba solo por la tontería de que un lado del labio se levantara más que el otro. No culpo al doctor porque su idea no era mala y el efecto fue, tal y como me dijo, una sonrisa perfectamente simétrica. El problema es que el resultado, aunque correcto, cambió algo que caracterizaba mi cara. Por eso un retoque puede salir bien pero no gustarnos por la diferencia que notamos en todo lo que siempre nos ha sido familiar.

La Conclusión

Mi experiencia con el bótox me ha hecho apreciar mucho más todo lo bueno que tengo. Ahora me gusta ese pequeño defecto que antes veía con malos ojos.

Moraleja: la medicina estética es maravillosa porque nos permite corregir pequeños detalles que no nos gustan, hacernos sentir más guapas, parecer más jóvenes… Lo único que hay que tener en cuenta es que no debe llevarnos a buscar una cara 100% perfecta o que no es como la nuestra, porque esos pequeños defectos, detalles, asimetrías, imperfecciones son todo lo que nos hace a cada diferentes y especiales como mujeres.

¡Tened mucho cuidado con vuestras decisiones!

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Ana G.

Onubense. Vegetariana y apasionada de la dieta keto. Experta en marketing. Oficialmente obsesionada con los champús para rubias.

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