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25 Jul

Mujeres Fascinantes: Soraya Esfandiary

Princesa Soraya

Ella siempre soñó con ser actriz; casi había convencido a su padre, un diplomático iraní destinado en Alemania Occidental, de que la permitiera presentarse a una audición. Pero una fotografía, tomada apenas unos días atrás por indicación de un familiar, cambió su destino. Ese familiar era amigo de Mohamed Reza Pahlavi y no tenía ninguna duda de que esa despampanante joven de 18 años lo tenía todo para cautivar al Sha de Irán.

La cena organizada para conocer a Soraya Esfandiary en persona fue solemne y prometedora, con la asistencia de la madre y las hermanas del Sha para dar su veredicto final. La propia Soraya contó años después que hubo un juego en el que cada uno de los presentes tenía que nombrar una capital, una montaña y un río por cada letra del abecedario; incluso ella se dio cuenta de que aquello no era más que un pretexto para poner a prueba su nivel cultural. ¿Y qué hubo del Sha? Sabemos que él enamoró de Soraya al instante, ya se había enamorado cuando vio su fotografía, ¿pero y ella, qué sintió?

  • Me pareció soberbio. Sentí el flechazo en el acto.

Y eso fue todo. Su majestuoso vestido de novia diseñado por Christian Dior pesaba tanto que apenas podía moverse, el corpiño ajustado no le dejaba respirar y las cuentas de la falda le picaban todo el rato.

Sha de Iran y su Esposa Soraya

La emperatriz Soraya aprendió rápido cómo comportarse con la simpatía reservada de los Royals: agradables, amistosos, pero con una valla invisible que les mantenía alejados de errores como hablar más de la cuenta o desvelar sus motivos. Sus propios amigos fueron los primeros traidores, reproduciendo por toda la ciudad las confidencias que Soraya les contaba en privado. «Es una posición en la vida que hace imposible ser natural», escribió en su diario. «A medida que pasaba el tiempo, me fui convirtiendo en una actriz interpretando un papel de la mañana a la noche».

Otro problema de Soraya Esfandiary era su origen. Había nacido en Isfahán el 22 de junio de 1932, pero pronto abandonó su tierra natal para seguir el camino de la labor diplomática de su padre. Había vivido en el Reino Unido y en Suiza. Su madre era una católica alemana. Eso quería decir que la reina consorte de Persia solo tenía un 50% de sangre iraní: todo lo demás, sus creencias religiosas, su naturaleza, su manera de ver la vida, era totalmente europeo. «La sensación de cristiana y musulmana, y al mismo tiempo no ser ni una cosa ni la otra, separó mi carne en dos polos opuestos en los que se desarrolló mi existencia. Por un lado era metódicamente europea. Por el otro, salvajemente persa».

El Sha intentó aplacar sus inseguridades ofreciéndole el exuberante título de Princesa Imperial. No funcionó. Asfixiada por sus labores como reina y por los aduladores y consejeros del Sha, «hombres excesivamente listos y maquiavélicos», Soraya Esfandiary solo se sentía como una princesa de cuento de hadas cuando la pareja viajaba a Europa. Es decir, cuando podía disfrutar de sus privilegios sin estar encadenada a sus obligaciones.

Princesa Soraya Muerte

Aparentemente, la pareja real lo tenía todo… menos lo único que importaba, un heredero al que dejar la grandeza del Imperio. En 1954, el Sha empezó a expresar su malestar por la infertilidad de su esposa. La suya no se ponía en duda, no solo porque ya había tenido una hija con su primera mujer, Fawzia de Egipto, sino porque los hombres nunca tienen culpa de duda. A pesar de las protestas de Soraya, que sabía que su madre había tardado siete años en concebirla, el Sha organizó un viaje a Estados Unidos donde la princesa se visitó en varias clínicas de fertilidad. En una, le dijeron que estaba todo bien. En otra, que no estaba capacitada para tener hijos. Confundidos por la contradicción de los diagnósticos, el Sha y Soraya aprovecharon el viaje para visitar San Francisco, Miami y Los Ángeles; fue en Hollywooddonde la emperatriz sintió más que nunca el gusanillo del deseo (aparcado) de ser actriz.

Cuatro años después, el Sha se puso serio: necesitaba un príncipe para que la dinastía Pahlavi pudiera continuar. Los tratamientos de fertilidad que la princesa había seguido en Francia no habían dado ningún resultado. Su marido le sugirió una posible solución: tomar una segunda esposa para tener hijos y continuar casado con ella. El lado europeo de Soraya respondió: «¿Cómo puede usted pensar en esa posibilidad?» (sí, se hablaban de usted)

Mohamed Reza Pahlavi Esposa

Para salirse con la suya, el Sha sabía que era fundamental que su esposa saliera de Irán. Con la excusa de que necesitaba estar solo para «cambiar la constitución» y que sus consejeros le permitieran seguir casado con ella, Mohamed Reza envió a Soraya de vuelta a la casa de sus padres en Alemania. Poco después le dijo que lo único que había que cambiar era su actitud: o aceptaba que tomara una segunda esposa o se divorciaría de ella. De nuevo, Soraya se negó. Entonces llegó esa grabación que conmocionó al mundo en la que el Sha anunciaba que había repudiado a su querida esposa entre sollozos. «Todo estaba preparado, con sus llantos subidos de volumen con un amplificador», escribiría ella con gélido cinismo. Soraya, por su parte, envió un comunicado consintiendo la separación de Su Majestad Imperial, aún a costa de su «propia felicidad».

El acuerdo de divorcio le proporcionó un apartamento en París valorado en tres millones de dólares, una pensión mensual de 7.000, un Rolls Royce y todas sus joyas, incluido un rubí de Bvlgari y un anillo de Harry Winston. Pero parece que lo que más valoró fue el permiso para seguir utilizando el título de Princesa Imperial y su pasaporte diplomático. Porque hacer cola en la aduana de los aeropuertos es un rollazo.

Tardó meses en decidirse a volver a vivir de nuevo. Y cuando supo que su ex marido se había prometido a la jovencísima Farah Diba, no sintió dolor, sino un profundo alivio.

Soraya Esfandiary Alcohol

Su intento de convertirse en actriz con la película Tres Perfiles de Mujer, después de que los abogados del Sha pusieran unas feroces condiciones ( nada de besos, por ejemplo), no le trajo ella éxito con el que soñaba, pero sí puso en su camino al segundo amor de su vida, el director de cine Franco Indovina. Pero la fatalidad estaba esperando para hacer de las suyas y un accidente de avión en 1972 acabó con las esperanzas de Soraya de tener por fin suerte en el amor. Franco falleció y se consolidó la leyenda de «los ojos tristes» que acompañó a la princesa durante el resto de su vida y que, dicen, molestaba muchísimo a Soraya.

La princesa encontró su lugar en Marbella, el refugio dorado de nobles, actores, playboys internacionales y millonarios de finales de los 70. Mientras, su ex marido también buscaba cobijo internacional, pero en unas circunstancias todavía más dramáticas: como enemigo número uno de la revolución iraní. Dicen que Soraya se libró de aparecer en la lista negra del Ayatolá Jomeini gracias a que accedió a devolver gran parte de su joyero a las arcas del ahora estado islámico. Cómo serían esas joyas, viendo las que se quedó como premio de consolación.

Princesa Soraya en Marbella

Uno de sus ociosos viajes a El Cairo le permitió despedirse de su gran amor, el Sha de Irán, que estaba enterrado no muy lejos de donde la princesa estaba disfrutando de una visita turística. «Me quedo boquiabierta ante la fuerza del destino», escribió luego. Luego, Soraya se instaló en el que sería su último hogar, París, donde compró un apartamento en la Avenue Montaigne. Allí, en en el hotel Plaza Athenee y en el salón de la duquesa de La Rochefoucauld pasó sus horas muertas, charlando, bebiendo y quizá recordando en exceso, porque su soledad y su tristeza eran perceptibles para cualquiera que estuviera cerca de ella.

Soraya Esfandiary murió en 2001, a los 69 años. Su cuerpo fue encontrado por su asistenta. Su herencia de 50 millones de euros, entre dinero en metálico, su residencia, un Rolls & Royce, innumerables abrigos de piel y todas sus joyas pasó al estado alemán cuando su hermano Bijan murió una semana más tarde. Al final, todo fue a parar a manos del fiel chófer de Bijan, que pudo demostrar que era el heredero del hermano de la princesa.

El día del entierro de la princesa Soraya, un enorme ramo de rosas rojas sorprendió a los asistentes. Era el más grande y majestuoso de todos los que habían llegado. Lo había enviado Farah Diba.

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DG

CEO de Billion Girl Beauty. Obsesiva, creativa, escritora. Creo en el poder del silencio.

2 Comments
  • Sonia

    que maravilla de post!

    1 agosto, 2019 at 6:10 pm Responder
  • Faby

    me encanto el post!!! pero que triste!!!

    1 agosto, 2019 at 7:39 pm Responder

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